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El día nacional del colombiano migrante desde la visión de un colombiano en el exterior

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Sergio Castillo

Verdes de Colombia en Argentina 
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El pasado 10 de octubre de este mismo año (2020) se realizó la primera de muchas más celebraciones del llamado “Día Nacional del Colombiano Migrante”. Desde los cerca de cinco años que me encuentro fuera de mi país, me resulta entre inusual y particular esta clase de invitaciones. Indagando un poco más acerca de este día, encontré que nace bajo la Ley 1999 de 2019 y cuya ponencia es la del “Representante” de los colombianos en el exterior Juan David Vélez, del partido Centro Democrático.

Por otro lado, hay que decir que, para la campaña electoral del actual Presidente de la República, Iván Duque habló sobre la modificación del impuesto del Timbre Nacional que realizan los consulados colombianos alrededor del mundo para trámites desde el exterior, puntualmente en la expedición del pasaporte; este impuesto equivale a un 40% de su costo total. Pero, en más de dos años de su administración y con su recurrente (atreviéndome a decir hasta deliberada) actitud de quedarse callado frente a los problemas y situaciones de alto impacto –como el de la seguridad ciudadana y de los Derechos Humanos a lo largo y ancho del territorio nacional, además del estancamiento de los Acuerdos de Paz que son estructurantes al Estado–, esta cuestión no ha sido excepcional ni mucho menos está en su agenda política.

Para el año 2018, el mismo “Representante” de los colombianos en el exterior propuso el Proyecto de Ley N° 196 de ese mismo año, en el que se pretende establecer un seguro de repatriación de cuerpos fallecidos de colombianos, y que cuyo pago, en todo caso, estaría atado al pago del pasaporte al momento de su expedición siendo este condicional para la obtención del mismo, más el impuesto mencionado…

Pero, ahora les extiendo una sugerencia (construida por colombianos en el exterior) para que la conservemos en el pensamiento después de la lectura de este artículo. Parte de esos recursos para cubrir lo que Duque no ha cumplido (y ni se sabrá si cumplirá) y la supuesta propuesta visionaria del “Representante” de repatriación a cuenta de más tributos regresivos y retardatarios –que en nada nos apoya a los que estamos en el exterior y los que estén pensando en salir– es muy posible que se hallen disponibles a cuenta directa del erario nacional (el erario que es el conjunto de bienes, haberes y rentas que pertenecen al Estado Colombiano, de hecho a cualquier Estado, por ende es Público) en caso tal de una repatriación de cuerpos sin vidas de colombianos en el exterior, como también para bajar el impuesto del Timbre Nacional y que se constituya en grueso del trabajo que debería adelantar la Cancillería (o Ministerio de Relaciones Exteriores) en concordancia y acatamiento de la Constitución de 1991.

Según lo anterior, debería ser una Cancillería proponente y dispuesta con todas las garantías de las Leyes colombianas para ello. Con más y mejor asistencia integral desde los consulados en estos tiempos de pandemia, con más y mejor asistencia en lo que son atenciones a víctimas del conflicto armado, exiliados y refugiados, con más y mejor asistencia respecto a salud integral (tanto física como apoyo psicosocial) para cuando sea requerido por nuestros compatriotas. Con más y mejor posibilidad de ampliar la cobertura y acceso de calidad para generar comunicación con nuestras familias a quien así lo necesite, desde las tecnologías digitales ya establecidas e incluso con costos diferenciales con convenios en los países que nos reciben (incluso nos adoptan) y que sea de costos asequibles para el envío y recibido de documentación vía correo tradicional e internacional, y por último y, no menos importante, con más y mejor asistencia y acompañamiento profesional jurídico y legal en temas migratorios de colombianos y colombianas privados de su libertad y seguimiento a sus casos aquí en el exterior...

¿Quieren saber algo? Puede que esta propuesta funcione, ya sea porque algún embajador o embajadora de turno haya sentido una mínima o cercana empatía al tema migratorio, puede que, también haya tenido que ser migrante por alguna falta de garantía en Derechos Humanos (de las muchas que deambulan por nuestra patria que reclama más y mejor democracia, desde más y mejor calidad y cobertura educativa, por ejemplo) puede que, en alguna reunión de esas con banquetes, pompa y francachela –de esas que se ven muy a la distancia gracias a alguna película de ese tipo o que uno ha visto con esa temática cual serie "The Crown" por Netflix– de pronto, se haya acercado a esa otra realidad de lo que es esa enorme dimensión y trabajo acerca de los derechos y los deberes para los migrantes colombianos, o que quizás ese embajador o embajadora empezó, medianamente a darse cuenta que no es ningún favor o ningún regalo, qué es una obligación del Estado colombiano asistir a los casi 5 millones de connacionales que estamos fuera del país (si, ¡somos cerca de 5 leyeron bien!).

La cuestión es que ya estando fuera -literalmente- el trato del Estado es como el de una muy cara feria de trámites, en las que por todo hay que pagar, ya que las presentes leyes del país en materia de emigración (en decir la salida del país) se comportan con nosotros como un establecimiento bancario que gestiona, que solo recibe, y que mira a la distancia a sus ciudadanos/clientes migrantes con remarcada distancia, negligencia, indiferencia e inasistencia incluso con más fuerza que dentro del territorio nacional, y ahora la pregunta que se me viene es si ¿será una orden expresa desde la cancillería colombiana?

Nos fuimos del país, sin nunca salir de Colombia: allá están nuestros mejores años de nuestras vidas, allá están nuestros bien amados y bien amadas familias, amigos, pueblos, ciudades, paisajes, nuestras más bellas y significativas tradiciones y costumbres de valores legados; valores que nos han cohesionado y nos van a seguir sacando adelante con todo el corazón...

Nos fuimos del país, sin nunca salir de Colombia, y no por capricho, sino, también, a lo doloroso que resulta convivir y coexistir (si caben tales términos) con esa violencia sociopolítica e histórica que nos sigue azotado y que siendo conscientes que, Colombia somos todos, muchos de los que estamos afuera ya nos hemos ido fortaleciendo para hacerle frente a ese flagelo, y que gracias a las conexiones en red de las que hoy podemos hacer uso, contamos con más y mejores modos estratégicos para seguir apoyando, soportando, resistiendo, aportando y nunca desistiendo para tener otra Colombia; una que ya no es más un sueño, que es una realidad muy compleja, que es posible, que hay que lucharla, y que hay que cuidarla entre todos.

Tampoco nos la estamos pasando mal aquí afuera. Somos fraternos y nos hemos reencontrado con nuestro sentido y valor solidario, el que siempre ha pertenecido a los pueblos; va surgiendo y creciendo esa solidaridad entre los colombianos que nos vamos reconociendo en espacios comunes, que es un tesoro y que estamos aprendiendo, una vez más, a revalorar. No está de más decirlo: claro que extrañamos y añoramos el regreso a nuestra casa la Matria y Patria Grande Colombiana; como que de nuestra migración se ha dicho mucho de lo que no es o que quizás falta decir: se le ha romantizando, desdibujando, minimizando, ignorado y hasta abandonado, cuando es una realidad ampliamente significativa, más de lo sospechado, y lo es desde nuestras necesidades hasta las experiencias que hemos atravesado y seguimos viviendo.

Cuando sepan de alguien de Colombia que está afuera y retornó, sepan siempre que ha sido lo que nos obligó a salir: es la misma violencia histórica y sociopolítica de siempre que nos está matando en el actual mandato de gobierno, que nos las está implantando en acción u omisión ambas deliberadas. Una violencia ante la cual debemos tomar la decisión o de plantarnos duro o que nos aplaste, no hay más opciones, como tampoco vida para contarla. Los colombianos en el exterior aquí estamos de pie.

Enhorabuena la celebración Día Nacional del Migrante Colombiano para contar con otras miradas, para contar con otra historia, una que a muchas manos ya empezó a escribirse.
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