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La búsqueda de identidad nacional

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Juan Sebastián Pérez Cajamarca
Líder de Verdes Universitarios y Verdes Rosaristas
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Uno de los grandes debates pendientes en nuestro país es la discusión sobre cómo fomentar una integración ciudadana a través del concepto de nación. Sin lugar a dudas, la población que se reconoce como colombianos lo hace por pura obligación legal. En la realidad no tienen idea sobre qué es lo que realmente los hace ser parte intrínseca de nuestra construcción histórica autoproclamada como Colombia.

Esto tiene unas repercusiones de proporciones negativamente abismales para el avance integral de nuestro Estado y una muestra de tal fenómeno social y político se evidencia en el regionalismo marcado que vivimos.

Lamentablemente, el proyecto de “nación” de nuestros antecesores intelectualmente aristócratas fundamentó una sociedad que sería constituida, básicamente, por todos aquellos que tuvieron la suerte de tener un destino que los asentara en el centro del país, la famosa región andina. Así fue como concretamos un poder administrativo centralizado y poco eficiente, unos símbolos patrios regionalistas, unas instituciones débiles, una falta de credibilidad nacional del gobierno y un pleito eterno entre casas políticas regionales.

Para completar, se decidió tener como eje central de la unidad nacional a los partidos políticos tradicionales a través de todo el S. XIX. Partidos que fueron constituidos por hechos políticos. Encabezados por supuestos patriotas que no tenían una definición clara sobre el sistema gubernamental que debía regir al Estado colombiano. Estos solo buscaban tener un poder más fuerte que el de sus rivales. De esta forma, se intentó unir un país de regiones unas más fuertes que otras, con vínculos políticos creados por una unión de conflictos, muy similar a lo que es hoy nuestra nación colombiana. Un verdadero problema.

Por un tiempo, fue relativamente funcional vincular a los ciudadanos a las luchas de los partidos tradicionales colombianos ya que estos funcionaban de una forma tripolar, articulando lo nacional, lo regional y lo local. Con esto, lograron formar un domo que los cubriera a casi todos a través de sus problemas, convirtiendo al conflicto en el proyecto de unidad nacional. Pero como todo plan nefasto, esta unidad se cayó a pedazos en el S.XX cuando las necesidades sociales cambiaron. Allí surgieron nuevos movimientos que abordaron la realidad. Indígenas como Quintín Lame, políticos como Jorge Eliécer Gaitán, sindicatos, guerrillas, partidos socialistas y demás nuevas ideas políticas desestabilizáron la supuesta uniformidad pretendida por la tradición colombiana.

Además, era evidente la avalancha de sangre que se vendría en el país cuando se había fomentado por tantos años el odio entre azules y rojos, haciéndoles perder su racionalidad hasta el punto de desdibujar sus lazos familiares y ciudadanos por sus militancias políticas. La guerra destrozó la nación y los terribles errores del gobierno hicieron tambalear la democracia colombiana. De esta forma, el sentido de pertenencia por nuestro territorio quedó a la deriva y hasta el día de hoy no se ha logrado una estrategia eficiente para construir el concepto que defina el ser colombiano.

El S.XXI y las dinámicas de mercado en la cuales estamos y estaremos inmersos trajeron un nuevo concepto al debate nacional, la marca país. Esta vez se había transformado la identidad nacional en una estrategia de marketing que logrará capitalizar la reputación de nuestro territorio a nivel internacional, vendiéndolo por alguna razón en específico. Claro está, nuestros políticos, al mejor estilo colombiano, usaron el café. También, han intentado incrustar el turismo, pero sin inversiones de peso en él, bastante lógico. Así, el gobierno ha centrado su atención en convertir a Colombia en una inversión rentable a través de una identidad colombiana que la mayoría no entienden ni reconocen. No hay esfuerzos estatales por concretar un sentido de pertenencia y por eso escuchamos frases como la de Jorge Luis Borges que expresó: “ser colombiano es un acto de fe”.

Ahora, debemos preguntarnos cómo vamos solidificar la base social de nuestro país. Si queremos avanzar en un solo sentido se debe hallar la oportuna construcción de identidad para sentirse realmente colombiano más allá de rolo, costeño o paisa. Podemos darle la batuta a los nuevos partidos o dejarnos llevar por nuestros paisajes. Sin embargo, no creo que funcione. La forma más fuerte para aglutinar a nuestra nación es poner al deporte como columna vertebral del progreso nacional. Colombia es tierra de atletas, hay cientos de ciclistas, futbolistas, patinadores, beisbolistas, pesistas, boxeadores y miles de deportistas más haciéndonos sentir orgullosos cada día desde cada rincón del mundo.

Tal como lo dice Banks (2008), una educación comparativa construida a través de la educación física, el deporte y las actividades al aire libre permiten que las nuevas generaciones construyan una cultura de integración que no obliga a eliminar ninguna tradición inherente a las múltiples grupos convergentes en una sociedad como la colombiana.

El deporte permite tener unas interacciones positivas que fomentan valores y principios como la responsabilidad, el compromiso y la tolerancia que son fundamentales para que crezca un sentido de nación en un país que sigue en construcción, como el nuestro. Es una oportunidad que no podemos dejar pasar.

El deporte puede cambiar el rumbo de la formación integral de los nuevos ciudadanos que se suman a la vida política activa de nuestro país y además, como no todos son deportistas, el sentimiento de unidad que genera el deporte puede ser re direccionado y fundamentado en torno a la solidificación de nuestro Estado. Algo indescriptible es como se unen los lazos de personas radicalmente distintas cuando la Selección Colombiana juega en un mundial o cuando Egan Bernal, Nairo Quintana o Rigoberto Urán se lanzan al ataque en un Tour de Francia.

Ejemplos históricos de como el deporte puede cambiar el rumbo de un país y unirlo en torno a un balón se encuentran en como Nelson Mandela aprovechó el éxito de la selección sudafricana de rugby para combatir y acabar el apartheid. También, Didier Drogba logró generar ceses al fuego en la guerra civil histórica de Costa de Marfil. Tanto que logró armar un partido de clasificación al mundial en una zona de alto combate como muestra de paz, algo así como si el Pibe Valderrama hubiera llevado a jugar a la Selección Colombia en pleno 1999 al Caguán.

La historia deportiva de Colombia puede lograr lo imposible, unir a la ciudadanía. Sin embargo, no podemos olvidar la tradición machista incrustada en la dirección deportiva nacional. Por eso, no solo debemos convertir al deporte en una herramienta de unidad sino también en un camino para lograr un cambio de visión donde las mujeres sean incluidas sin ningún prejuicio. Adicionalmente, debemos estudiar a profundidad el tejido social existente en nuestra comunidad para lograr un giro en la realidad. De esta forma, la nacionalidad en torno al deporte se convertirá en un puente para diluir las diferencias entre los sectores que conforman nuestra sociedad. Por consiguiente, convergerá un nicho humano con profundas diferencias, pero unidas por una nueva cultura de inclusión en torno al amor por el deporte.

Nuestro territorio tiene una interconexión con el sacrificio de miles de jóvenes soñando con salir adelante y representar a su país, dejándolo muy en alto para eliminar la mancha blanca en la bandera tricolor. Para nadie es un secreto que las oportunidades de salir de la pobreza para los colombianos son mínimas. Sin embargo, entre la recursividad y el hambre muchos han logrando encontrar un escape a sus difíciles condiciones de vida y aunque tienen que sufrirlo, les puede más las ganas de sacar adelante a sus familias. Montarse en una bicicleta, correr por un sueño o patear un balón, resulta mejor que anexarse a pandillas o vender su cuerpo por comida. Es así como muchos ciudadanos encontraron un nuevo aire en la vida a través del deporte profesional y es nuestra responsabilidad propender por un Estado que les garantice un apoyo en su proceso de formación, no solo cuando triunfan en los olímpicos.

La nación se puede construir desde el deporte y una vida mejor se puede fundamentar desde las enseñanzas del esfuerzo físico y grupal. La construcción de un sentido de pertenencia y el respeto por nuestro país es responsabilidad de todos. No se puede seguir ignorando la falta de amor por nuestra patria de parte de sus propios ciudadanos y debemos hacer cosas distintas para ver nuevos resultados. Ser colombiano es identificarse como un luchador incansable y también, como parte de una sociedad con principios de compañerismo nacidos en una cuna de deportistas de oro que pueden transformar con su voz la realidad política de la nación.

Bibliografía

Francisco León Cannock, U. d. (26 de agosto de 2012). Revistas - Universidad de Antioquía. Obtenido de Promoviendo la Identidad nacional a través del deporte en el Sistema Educativo Peruano en el contexto de la globalización: https://revistas.udea.edu.co/index.php/educacionfisicaydeporte/article/view/12664/11420

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