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Este espacio de comunicación no representa necesariamente la posición del Partido Alianza Verde frente a los temas publicados, por eso, cada publicación cuenta con la foto del autor más un correo de contacto para que envíen su retroalimentación al creador del texto. 

Iván Marulanda
Senador de la República
Líderes Verdes

Con humildad reconocí que el texto de mi “trino” que ofendió a la juventud fue inaceptable y presenté disculpas. Reitero mis excusas. Me equivoqué por descuido, el escrito literal es contrario a mis convicciones y al testimonio de mi vida. La juventud no era el motivo de esas líneas, fue desacertado usar la expresión “jóvenes” para referirme, sin mencionarlos, a dos columnistas, ya no tan jóvenes, que criticaron con arrogancia a la Alianza Verde.

En mi escrito la palabra “jóvenes” la utilicé como expresión coloquial, no como palabra escueta. Los vocablos “joven”, “viejo”, “hermano” y otros más, también se usan en sentido genérico para referirse a personas que no son “jóvenes”, o “viejos”, o “hermanos”. Es la gracia del idioma, que no se congela en la palabra.

Hay valoraciones inmutables en la civilización democrática, como la devoción por la juventud. Sus libertades, sus derechos se dan por sentados, no están en discusión. Usar la expresión “jóvenes” no puede tener por fin en democracia cuestionar la juventud como patrimonio ético de la sociedad, que es intocable. 
 
Comentario. Mi escrito suscitó reproches respetuosos y justos de jóvenes a quienes agradezco sus reacciones que fueron ejemplarizantes y construyen democracia. Pero también desató avalanchas de insultos que deploro, de pequeños grupos que no edifican, sino que cultivan odios y que me ponen a pensar si detrás de tanta furia hay conciencias democráticas, libres y reflexivas, o más bien son hordas tecnológicas instrumentadas en su desenfreno por propagandistas que maniobran a control remoto y por estrategas políticos que no dan la cara.
 
Para que no corran riesgos de terminar utilizados y explotados, estos focos de agitadores de las redes sociales deberían revisar historias de juventudes del siglo pasado cuyas emociones, coros de insultos y burlas, manipuladas en clave política, al final fueron arrastradas a abismos y tragedias de la humanidad. La curiosidad debiera abrirles los ojos sobre lo que fueron por ejemplo las Organizaciones Juveniles de las Milicias Fascistas de las Camisas Negras Italianas, las Juventudes Hitlerianas del Nazismo Alemán, las Juventudes de la Revolución Cultural orquestadas por la “Banda de los Cuatro” en China y las Juventudes de los Jemeres Rojos en la Camboya de Pol Pot.
 
Cuando veamos que semejante tropel, desbordado de furia por cuenta de 140 caracteres, desfoga su carga de ira en causas que sí merecen la pena como exigir la renta básica para familias pobres y con hambre, o la urgencia de que se detenga la matanza de líderes sociales, o el apremio de la vacuna para detener la devastación de la pandemia, podríamos estar seguros de que a esas redes sociales las movilizan conciencias libres y democráticas.   

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