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“Los ‘micos’ fueron acordados”, denuncia el representante Mauricio Toro

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El representante Mauricio Toro, del partido Alianza Verde, habla sobre la sorpresiva suspensión parcial de la ley de Garantías electorales, pocos meses antes de las votaciones generales, a instancias y con el respaldo del gobierno Duque. La protesta de la ciudadanía incluye la de varios gremios empresariales por las implicaciones que, en materia de manipulación del voto, podría tener.

Mauricio Toro se refiere también al método de “aprobación aplastante y a pupitrazo” de los proyectos oficiales.
 
Las comisiones económicas del Congreso aprobaron un “mico” gigantesco oculto en el proyecto de presupuesto 2022: le metieron, en un inciso, una modificación a la Ley de Garantías -que impide hacer nueva contratación antes de elecciones para que los funcionarios no amarren, por ese camino, los votos-, a seis meses de la jornada electoral. El cambio autorizará a gobernadores y alcaldes a seguir contratando.
 
¿Qué interpretación le da a esta movida?
 
La del presupuesto es de esas leyes que el Gobierno quiere aprobar a “pupitrazo”, tal como sucede con las tributarias. Son proyectos que llegan con una única estrategia: que se aprueben “rapidito” y que no se debatan a fondo. Suspender la Ley de Garantías tiene la clara intención de incidir en las elecciones del próximo año a punta de mermelada, burocracia y contratos. Desafortunadamente, las mayorías del Congreso siguen funcionando bajo dinámicas politiqueras. En las ciudades vemos, cada vez más, voto de opinión, pero en las regiones no, y es en estas en donde la mayoría de congresistas buscan su elección. Por eso no les importan las tendencias en redes, las críticas de los medios de comunicación o la indignación ciudadana. Les importa tener chequeras disponibles en época electoral. Esa es la explicación para que quieran suspender la Ley de Garantías de forma tan grotesca.
 
¿En materia de elecciones de Congreso seguimos igual que hace 30, 40, 50 años?
 
Sí. Incluso podemos afirmar que estamos en peor situación, porque muchos de los miembros de los partidos tradicionales ni siquiera responden a las ideologías que antes defendían sus colectividades. Estas son, hoy, solo un trampolín para individualismos políticos y para ver quién se hace más poderoso y más rico, ante todo, en las regiones.
 
El presidente Duque le dio el respaldo a esa modificación pese a que él, como senador, se había opuesto a los cambios en la misma ley cuando se propusieron en el gobierno de Juan Manuel Santos. Duque argumenta, ahora, que las gobernaciones y alcaldías necesitan reactivar la economía estancada por la pandemia. ¿Podría tener razón?
 
Es una justificación engañosa. Si gobernaciones, alcaldías y el Gobierno Nacional hubieran sido eficientes en su planeación y ejecución, perfectamente podrían realizar sus contrataciones en estos momentos, antes de que empiece a regir la Ley de Garantías. ¿Van a decir que en los cuatro meses que dura la prohibición de contratación -prohibición que pretenden derogar- harían lo que no ejecutaron en tres años? La modificación de la ley, además de abrirle las puertas a la corrupción en período electoral, premia la falta de planeación, la improvisación y la mediocridad. El Gobierno está preocupado porque las cifras de ejecución presupuestal han sido muy pobres. pero se trata de una actitud hipócrita de la administración y su partido, porque cuando Duque y Uribe eran senadores, como usted lo recuerda, defendían la Ley de Garantías con mucha elocuencia y, ya en el poder, se olvidaron de sus posiciones demócratas.
 
 
En el mismo proyecto de presupuesto, y en uno sobre mercado de capitales, existen otros dos “micos” que parecen reformar el régimen de pensiones. Da la sensación de que, en la fase final del Gobierno y del Congreso estos andan introduciendo, por la puerta de atrás, modificaciones que no pudieron adelantar por la vía de debates abiertos. ¿Qué piensa?
 
Este fue el Gobierno de promesas incumplidas: prometió hacer una reforma tributaria profunda y estructural, una reforma laboral y una sobre pensiones. Fue imposible que avanzara la tributaria (de Carrasquilla) dada su torpeza política y falta de diálogo. Se aprobó una recientemente, a las carreras, y las reformas laborales y sobre pensiones ni siquiera fueron elaboradas, menos radicadas. Es preocupante que para mantener alguna gobernabilidad la administración Duque les esté haciendo grandes concesiones a los partidos tradicionales y a sus congresistas, y estos aprovechan para “extorsionarla” porque tiene poco capital político. Los “micos” claramente son acordados entre todos ellos.
 
 
Precisamente, otra muestra de que Senado y Cámara parecen actuar sin valorar la opinión, es que aprobaron la reciente reforma tributaria en 24 horas, sin debatirla en las plenarias, escenario que, por excelencia, es para este tipo de discusiones. ¿Tal vez tanto Ejecutivo como Legislativo le “cobraron” a la gente la ola de manifestaciones y protestas que produjo la reforma Carrasquilla?
 
No lo creo. En realidad, este tipo de proyectos siempre se aprueban en forma aplastante y sin debate. Las tres tributarias y las tres leyes de presupuesto de los años anteriores se aprobaron de la misma manera y con el mismo método. Para nosotros, que pertenecemos a los partidos alternativos, es muy frustrante, porque todas nuestras proposiciones son ignoradas.
 
Entonces, ¿ustedes son un cero a la izquierda, como se dice popularmente?
 
Es una puesta en escena: nos dan la palabra para que hablemos y argumentemos, pero nadie pone atención, y los votos que se depositarán después, ya están más que comprometidos, pactados y, en algunos casos, hasta “pagados” . Y justo antes de la medianoche aprueban el proyecto de su interés con el consabido “pupitrazo”. El Congreso todavía tiene muchas costumbres que debemos insistir en erradicar de raíz.
 
 
Así como usted lo describe, ¿no es muy frustrante el trabajo parlamentario?
 
Lo es, pero no podemos claudicar en la lucha por transformar las viejas prácticas y por redignificar tanto la política como el Congreso, una institución que debería tener el respeto de la sociedad, como sucede en los países democráticos desarrollados. En resumen, rendirse no es una opción.
 
En todo caso, a la hora de votar, el desdén de los congresistas frente a las protestas de los colombianos es una constante. Se notó -otro ejemplo- en la abstención masiva de sus colegas, en la plenaria, para aprobar o desaprobar la moción de censura a la exministra Karen Abudinen. Aunque debido a las fuertes críticas ella renunció, el uribismo y sus aliados cerraron filas para respaldarla: se hicieron presentes en la plenaria, pero no votaron para impedir la mayoría requerida para ser sancionada políticamente. ¿Las órdenes políticas primaron sobre el deber ético?
 
Como ya dije, las mayorías del Congreso hacen caso omiso de la opinión pública, casi siempre, sobre todo en temas que son de enorme importancia política para el Gobierno. A varios congresistas les oímos decir que “no vamos a darle a la oposición el triunfo de estrenar la moción de censura”. Para muchos senadores y representantes no priman el país y la democracia, sino la lealtad con el sistema politiquero. Siempre buscan sacarles el quite a los deberes constitucionales y votar sin que les importe la ciudadanía o el interés general.
 
 
Respecto de la moción de censura y de lo que sucedió en la plenaria, se acaba de presentar una tutela que fue admitida por un juez. Con esa acción se pretende que se le garantice a la oposición el derecho a la participación política. Para usted, ¿fue evidente que los gobiernistas se habían puesto de acuerdo para abstenerse de votar e impedir la aprobación de la moción?
 
Claro que sí. La noche anterior los partidos de la coalición gubernamental consolidaron esa estrategia para evitar el costo político en que hubieran incurrido si salvaban a la ministra votando a favor de ella, de frente. Pero, al mismo tiempo, no querían darle la razón a la oposición y el triunfo de que, además de que haber logrado su renuncia, también tuviera éxito en la moción de censura.
 
Si la tutela interpuesta fuera fallada a favor de la oposición, ¿cree que el resultado de una nueva votación para la moción de censura sería distinto? Me parece que ustedes se jugaron una carta arriesgada, y que del triunfo de haber hecho renunciar a la ministra pasaron a un semifracaso cuando insistieron en que se tramitara la moción con ella ya por fuera: el Gobierno y sus bancadas no son mancos...
 
 
Primero, nosotros no podemos dejar de hacer lo correcto por miedo a perder. En eso nos diferenciamos, además de muchos otros factores, de los partidos tradicionales. Y en segundo lugar, no soy optimista de que la moción de censura, en una nueva votación, tenga éxito, pero sí lograríamos que los partidos de la coalición gubernamental le den la cara al país y que su voto vergonzante quede al descubierto.
 
La elección casi por aclamación de la previamente seleccionada presidenta de la Cámara que había tenido difíciles cuestionamientos morales en su contra y en contra de sus familiares demostró, una vez más, que los congresistas son despreciativos con sus electores. Usted ha visto cómo maneja los debates la señora Arias. ¿Cuál es su evaluación sobre sus meses de presidencia?
 
Desafortunadamente la presidenta de la Cámara se comporta como si fuera funcionaria del Gobierno, olvidando que el Congreso es un poder independiente en el que se preside para todos los partidos políticos, no solo para el propio. En el orden del día se le da prioridad a lo que ordene el Gobierno, y en los debates se ha atropellado a la oposición en un afán por aprobar los proyectos de origen gubernamental. En la votación de la moción de censura a Karen Abudinen quedó en evidencia el talante poco garantista de la presidenta Arias, por lo que tuvimos que presentar la tutela que usted menciona. Y las cifras generales tampoco son favorables para esta presidenta: esta semana, Inti Asprilla publicó un dato importante: en los días transcurridos del actual período, la Cámara ha sido convocada a trabajar 89 horas, mientras que el anterior presidente (Germán Blanco), en el mismo tiempo, citó a sesiones cuyas labores tomaron 172 horas. Eso de “trabajar, trabajar y trabajar” no pegó en esta presidencia.
 
 
¿Por qué cree que era tan importante para el Centro Democrático poner en la presidencia de la Cámara a Arias? Hubiera podido elegir a otro de sus miembros sin tanta polémica...
 
Porque necesitaba a alguien que obedeciera sin chistar y que no tuviera independencia política, así tuvieran que atropellar la democracia.
 
Un proyecto del representante Santos, del propio partido de gobierno, para recortar los meses inactivos (vacaciones) de los congresistas de cuatro a dos meses no ha podido ser tramitado, según él cuenta, porque Arias no lo pone en el orden del día, lo que debe ser un saboteo de todo el Centro Democrático y de otros partidos tradicionales. ¿Usted ha sufrido experiencias similares y con cuáles proyectos?
 
¡Por supuesto! Me ha sucedido con los proyectos más importantes que he presentado: la ley de pago a plazos justos fue a la que más triquiñuelas y trabas le pusieron en todos los niveles, también la ley de comida chatarra y la ley contra el asbesto, ni hablar de nuestro proyecto para reglamentar las plataformas de transporte. La mitad de nuestro tiempo de trabajo se nos va en cuidar que no retrasen los proyectos, los engaveten o los embolaten. Es una tarea muy difícil. Si esto mismo le sucede a Gabriel Santos, miembro del partido de gobierno, ¡imagine cómo nos toca a nosotros, los miembros de partidos minoritarios y en oposición! Pero con creatividad y persistencia lo hemos logrado.
 
 
¿Usted ha tenido, entonces, que poner carteles en los pasillos y a la entrada de la Cámara?
 
Sí, claro. Puse el primer cartel que se veía en la Cámara para lograr destrabar un proyecto. He tenido que organizar hasta marchas al frente del Congreso. También hemos acudido a firmatones y lanzado llamados de auxilio a los medios de comunicación.
 
Junto con usted, otros jóvenes han ocupado curules, entre otros, el propio Santos, Asprilla, Miranda, Racero, Pizarro, etc., que parecen darle aire fresco al Capitolio. Pero algunos colegas de su generación llegaron cargando el peso del clientelismo. ¿Todos aspirarán a seguir carrera parlamentaria o se retiran como lo hará Juanita Goebertus?
 
Hemos constatado que ser joven no es garantía de renovación: varios congresistas de esta generación simplemente son herederos de viejos clanes políticos y llegan con las mismas mañas. Pero, afortunadamente, otros hemos demostrado que sí es posible hacer política diferente y buena. Me voy a postular nuevamente a la Cámara.
 
 
Usted también es miembro de la desprestigiada Comisión de Acusación que se conoce popularmente como “comisión de absoluciones”. Allí ha tenido desacuerdos con sus colegas. ¿Por qué?
 
La Comisión de Acusación está diseñada de tal forma que es casi imposible que funcione. Por ejemplo, tengo más de 80 casos asignados y un solo asesor. Debemos realizar testimonios, inspecciones, conseguir pruebas; o sea, tenemos todas las funciones de un fiscal, pero sin ningún recurso técnico ni humano. Y aun así sacamos adelante importantes investigaciones. Pero, después, deben ser aprobadas en votación por los 18 miembros de esa célula en donde solo dos venimos de los partidos alternativos. Los casos en los que más me he opuesto han sido de gran sensibilidad para el país y han sido archivados sin haber realizado una investigación juiciosa ni rigurosa, como Odebrecht, entre otros. Se necesita una reforma muy profunda de esa Comisión y sacarla del Congreso.
 
¿Cuáles otros casos de relevancia recuerda que se hayan archivado sin investigación?
 
 
El viaje del fiscal general a San Andrés. Y en otro nivel, la masacre de El Aro (caso contra el expresidente Uribe), que lleva muchos años en la Comisión y cuyo trámite investigativo fue entregado al Centro Democrático. En este último caso logramos recusar al investigador, el actual presidente de la Comisión que se había autoadjudicado el proceso, pero quien deberá asignar a otro investigador que no sea de su partido.
 
“Los viejos caciques y sus herederos están en alerta roja”
 
Usted llegó por primera vez al Congreso en el actual periodo ¿Cómo califica estos tres años transcurridos? ¿Lo decepciona la forma como se manifiesta, en Colombia, la “democracia” legislativa?
 
El primer golpe fue ver cómo se compran votos, cómo inciden algunos gremios y grandes empresas y cómo algunos congresistas defienden intereses particulares, de manera soterrada. Pero a pesar de todo, soy optimista porque en este periodo, al menos en la Cámara, llegamos personas con nuevas experiencias que hemos podido cambiar viejas costumbres. La calidad de los proyectos y los argumentos en los debates, se ha incrementado, sin duda. Debo añadir que en todos los partidos hay gente muy buena. Los viejos caciques y sus herederos están en alerta roja.
 
 
Mencione, con nombres, “gente muy buena” en partidos como el Centro Democrático, el Liberal o Cambio Radical, por mencionar solo algunos de los partidos tradicionales.
 
En el Centro Democrático, Gabriel Santos con quien comparto algunas posturas. En el partido Liberal, Juan Fernando Reyes Kuri; en Cambio Radical, José Daniel López y hay algunos más.
 
“Habrá renovación pero no mayoritaria”
 
¿Las próximas elecciones volverán a resultar en que la mayoría de las curules será ocupada por las bancadas dominantes o habrá cambios?
 
Creo que habrá una renovación significativa pero no mayoritaria. Algunos partidos como el Centro Democrático o la U, en mis análisis, perderán varias curules que ganarán partidos alternativos como el Verde y la Colombia Humana, pero no creo que logremos ser mayoría. Varios partidos tradicionales continuarán siendo enormes fortines políticos en las regiones en donde los votos se definen por motivos diferentes a las denuncias en redes y a los debates ciudadanos. Pero soy positivo: poco a poco, los colombianos irán siendo más conscientes de las consecuencias que traen sus elecciones.
 
Con un Congreso de espaldas a la gente y que desprecia sus rabias y rechazos, ¿cómo cree que sus candidatos les pedirán votos a los electores, en marzo del 2022?
 
Como decía, el voto de opinión es importante en Bogotá y en las grandes ciudades, pero sigue siendo una transacción en muchas regiones. Ya no funciona el tamal y la lechona, pero sí el efectivo, los puestos y los contratos. Solo la ciudadanía puede romper ese círculo vicioso. Por eso, mi slogan ha sido “si los políticos no pudieron ser ciudadanos, nos tocó a los ciudadanos ser políticos”.

 
EL ESPECTADOR
Cecilia Orozco Tascón
Columnista
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