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Acabar con la vida de una excombatiente es aniquilar cualquier esperanza de construcción democrática

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Jóvenes Verdes
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El asesinato de excombatientes en un contexto de transición implica una banalización y degradación de los compromisos adquiridos para llegar a la construcción de una verdadera paz. 

Según lo denunciado por el Partido FARC a finales de julio iban 220 excombatientes asesinados. Frente a lo cual, Luis Alberto Albán, representante por este partido enunció en entrevista a SEMANA que “lo que más le preocupa es la incapacidad del Estado y la falta de voluntad política del Gobierno de garantizar la vida a los firmantes de la paz ”.

El mismo Alban señaló que la forma más fácil de salir de estas preguntas es señalar para el monte.          “¿por qué no responden por la vida de la gente?, ¿quién está haciendo eso? Ahí están los organismos de inteligencia que tienen que responder estas preguntas”. Y es que el monte aguanta cualquier hipótesis y ninguna respuesta contundente. Pese a la existencia de organizamos de inteligencia que tendrían la obligación de responder. 

Ahora bien, ante este sombrío panorama, uno se preguntaría si el Estado no cuenta con un sistema de protección a la altura del desafío. Lo cierto es que si existen instrumentos como por ejemplo el sistema de alertas tempranas (SAT) de la Defensoría del Pueblo que fue reforzado por el decreto 2124 del 2017. Según verdad abierta “desde el 18 de diciembre de 2017 a la fecha, el SAT ha emitido 675 informes de consumación. Si, como dice el Ministerio de Defensa, ha atendido 176 alertas tempranas, el cruce de datos indica que por cada alerta temprana se consuman 3,8 hechos advertidos, entre ellos homicidios selectivos”. La gran pregunta es entonces, ¿Por qué no se evitan entonces estos asesinatos? 

Por otra parte, el Punto 3 del acuerdo también incluye el acuerdo sobre “Garantías de seguridad”. Para cumplir con este fin, incluye medidas como la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad; la Unidad Especial de Investigación; el Cuerpo Élite en la Policía Nacional entre otras; y adicionalmente, en el Art 3.4.7.4.3 se consigna que el Cuerpo de Seguridad y Protección  Se encargará de la conformación de los esquemas de protección —que observarán un enfoque de género— a los cuales estarán integrados los enlaces del nuevo movimiento o partido político que surja del tránsito de las FARC a la actividad legal, y los enlaces de la Policía Nacional. 

Teniendo en cuenta lo previamente enunciado, no es descabellado afirmar que el contexto refleja cientos de asesinatos a excombatientes pese a la existencia de un marco jurídico que le daría al Estado los dientes y las herramientas necesarias para prevenir este flagelo. Así que me permito insistir sobre la misma pregunta. ¿Por qué no se evitan estos asesinatos? 

Habiendo enunciado lo anterior, haremos una breve lectura de lo que implica el asesinato de mujeres excombatientes. 

Lo primero que exploraremos es el rol de las mujeres excombatientes. Para ello, empezaremos con una reflexión de Simone de Beauvoir consagrada en su libro, el segundo sexo.  “No se nace mujer, sino que se llega a serlo.  Así, pues, la pasividad que caracteriza esencialmente a la mujer «femenina» es un rasgo que se desarrolla en ella desde los primeros años. Pero es falso pretender que se trata de una circunstancia biológica; en realidad, se trata de un destino que le ha sido impuesto por sus educadores y por la sociedad”. 

El imaginario entorno a la construcción de la mujer, como ser indefenso, débil y frágil que jamás podría llegar a ser amazona o guerrera empoderada, salvo en los relatos distópicos, es lo que las excombatientes han desafiado. Ellas en su paso por una guerra sin tregua han retado esos estereotipos de genero y han demostrado ser fuertes en muchos aspectos. 

Las mujeres excombatientes son un ejemplo para la sociedad; avanzan en proyectos productivos y de reconciliación; reestablecen el tejido social desde su célula fundamental al regresar a sus familias y comunidades; y se convierten además en importantes lideresas capaces de alzar la voz para exigir sus derechos y empoderar a otras mujeres. 

Sin embargo, pese a haberse despojado de las armas y estar dispuestas a luchar con argumentos, ellas son objeto del continuum de la violencia… 

Ese continuum de las violencias se refiere a una exacerbación de las violencias en todos los ámbitos y escenarios que ocupan las mujeres. Para ser mas claros, se trata de la continuación de la violencia que hemos sufrido, sufrimos y sufriremos las mujeres siempre que no existan cambios estructurales que pongan a la mujer en una situación de igualdad real con respecto a los hombres.

Es así como las mujeres excombatientes pasan en nuestra historia colombiana a ser ejemplificación de ese continuum de violencia que no solo las degradó física y psicológicamente durante el conflicto armado, sino que además busca perseguirlas y asesinarlas durante el pos-acuerdo. 

Es importante humanizar lo enunciado y como las cifras difícilmente nos permiten recrear historias, es necesario acudir a la ejemplificación de este continuum mediante casos reales. Tanto el periódico LE MONDE como EL ESPECTADOR relataron la historia de Astrid Conde. Ella, fue una excombatiente que estuvo presa desde el 2012, señalada de participar en la toma de Miraflores, y que quedó en libertad tras acogerse al proceso de paz. Tras su desmovilización, participaba activamente en el proceso de reincorporación en Bogotá. Hasta que el 5 de marzo fue asesinada. En su permanencia en la guerrilla tuvo que enfrentar un agresivo cáncer de seno que no recibió el tratamiento adecuado durante su tiempo en prisión. 

Los hechos sucedieron cuando salía de su residencia camino a sus labores de estudio y trabajo e iba por un parque de la zona. Según el Partido FARC, esta mujer también lideraba el proceso de derechos humanos y acompañaba varios procesos de resocialización de los acogidos al proceso de paz. 

La historia de Astrid es un claro ejemplo de ese continuum de violencias en el marco del pos-acuerdo. Se vulnero la integridad física de Astrid durante el conflicto, después se le volvió a violentar al no recibir un tratamiento adecuado para su cáncer durante su paso por la prisión y luego tras el acuerdo de paz y desarrollando actividades cotidianas, como las de cualquier ciudadana, es asesina de forma indolente. Su asesinato trae consigo efectos devastadores, no solo para ella y su familia; sino también para la democracia colombiana. 

En el libro la más bella historia de mujeres se enuncia categóricamente que “Un país donde las mujeres son excluidas no podrá ser jamás una democracia 

Astrid lideraba el proceso de derechos humanos y acompañaba varios procesos de resocialización de los acogidos al proceso de paz. Lo que significa que el país no solo perdió una ciudadana; sino que perdió una mujer líder, una mujer transformadora, agente de cambio capaz de aportarle al país en humanización y en progreso.

Desde hace un buen tiempo se ha además favorecido la opinión respecto de la cual las mujeres somos peacemakers o agentes de paz; ya que favorecemos naturalmente procesos de mediación y de comunicación asertiva. Con el asesinato de mujeres como Astrid se priva a toda una comunidad de tener un viro hacia la paz y de poder reconstruir el tejido social. 

Ese continuum de la violencia es igual y fácilmente visible en el testimonio de Luz Marina Giraldo, excombatiente que relata: “El miedo que sentíamos en el monte en medio de la guerra es el mismo miedo que sentimos ahora cada vez que salimos de la casa y lo peor, es un miedo que se ha extendido a nuestros esposos, hijos, padres y familias en general”.

Luz Marina también cuenta, como mucha gente les dice que lo que les pase a los excombatientes se lo merecen, como sentenciándolos a una suerte en la que no merecen vivir. Aquí podemos ver como sociedades enfermas y deshumanizadas como la nuestra pueden llegar a naturalizar la violencia contra las mujeres, a ver la violencia como algo perfectamente admisible y que no genera el más mínimo reproche.

Como joven con conciencia política y como ser humano deseo hoy y siempre que no tengamos que preguntarle más a ese monte sin respuestas por los responsables de los asesinatos a excombatientes y como mujer necesito y exijo que las violencias, atropellos y exterminios hacia nosotras encuentre un fin y que no sea el nuestro.

Mónica Andrea Avella Herrera
Jóvenes Verdes
mavella41@gmail


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